viernes, 19 de febrero de 2010

LA CASA ENCANTADA

Hace cincuenta años en una casa encantada vivía una familia muy simpática, acogedora, y reconocida en aquel lugar como la familia de los Gordos. Al pasar cinco años de vivir en aquella casa murió el jefe de familia, el padre, Francisco. Él era un hombre muy trabajador y simpático. Al poco tiempo, aproximadamente a los seis y siete meses, también murió la madre, Josefa, de un ataque al corazón. Así que el hijo, Paco el Gordo, quedó huérfano.

Él, a los cinco años de la muerte de sus padres, cayó muy enfermo; no tenía a nadie para que le cuidara, pero gracias a su vecina, Ana, que le ayudó en todo lo que necesitó, salió adelante. Ana le trató como un auténtico hermano.

Paco no se recuperó totalmente de su enfermedad y a los diez años murió. Paco, como recompensa, dejó toda su herencia a Ana, la cual quedó boquiabierta.

Ana tenía cinco nietos: María, José, Ana, Diego y Blas, y decidió dejarles la casa para que se divirtieran con sus amigos, ya que en aquel pueblo no había un solo lugar para divertirse. Los nietos quedaron muy satisfechos con el regalo de su abuela.

José, María y Ana se pusieron manos a la obra y telefonearon a sus amigos para contarles la noticia para que entre todos pudieran hacer un arreglo a la casa. Entre todos la arreglaron: decorar por aquí, decorar por allá… pasaron tres días y finalmente concluyeron su labor. Allí pasarían los fines de semana divirtiéndose. Lo que ellos ignoraban era que la casa estaba encantada por los espíritus de la familia de los Gordos.

Un día decidieron jugaron al juego de las Tinieblas y de repente uno de los cirios que había por toda la casa se apagó.
-¡El cirio se ha apagado!- Gritó José.
-¡Es verdad!-Corroboró Ainara.
-¡Mirad, se ha vuelto a encender!-Les señaló María.
-¡Qué miedo, encended la luz!- Se asustaron María y Ainara.
-Yo voy… pero la luz no se enciende… -Les dijo Josep.
-Abriré la puerta- Decidió Iván.
-Muy buena idea.- Aplaudió María.
-¡La puerta está atascada y no se puede abrir!.- Chilló Iván.
-Huyamos por la ventana-Indicó Ainara.
-No se puede, son muy altas y nos haríamos mucho daño… ¡Chicos, mirad! ¿Veis eso?- Dijo Josep.
-¡Sí, sí, mirad… alguien se está acercando!.- María estaba alucinada.

Era Paco el Gordo. No quería hacerles daño, sólo quería decirles que se alegraba mucho de acogerles en el que antes había sido su hogar y que la decoración era preciosa.

Ellos tenían miedo, porque la luz blanca se acercaba cada vez más y no les dejaba en paz. Querían irse y la puerta no se podía abrir. No sabían qué hacer.

Un día, celebrando el cumpleaños de Joseph, mientras preparaban los globos, las bebidas, la comida… en la cocina pasó algo muy entraño. Mientras que hablaban Blas, Diego, Busi y Pedro, un vaso en la cocina estalló. Nadie lo había tocado, y salieron corriendo de la cocina. Más tarde volvieron a entrar para ver lo que había sucedido. Entonces Joseph recordó el día en que jugaron al juego de las Tinieblas, cuando el espíritu de Paco se manifestó.

Cuando Joseph se puso a contar todo lo que había sucedido aquel día se apagaron las luces de la casa. Todos se atemorizaron. Otra vez se volvía a abrir la puerta sin que nadie se atreviera a pasar.

-¡Mirad, que se ha vuelto a abrir la puerta!.- Advirtió José.
-Pero… ¿quién es? .- Lloriqueó Nuria.
-No os preocupéis, abramos la puerta.- Sugirió Blas.
-¡SALGAMOS DE AQUÍ!.- Gritó Busi, perdiendo los nervios.

Salieron de la casa muy atemorizados y a los cinco o diez minutos volvieron a entrar. Las luces ya se habían encendido. Mas aún quedaba una cuestión pendiente: quién era.

Al entrar a la casa todavía estaban muy impresionados por todo lo que había sucedido, que no interrumpió la fiesta de cumpleaños. Cuando ya tenían todo preparado empezaron a comer y a divertirse. Pero la luz volvió a apagarse.

Todo aquello era muy extraño e impactante. Nadie sabía por qué sucedía. Eran muchas preguntas y una sola respuesta.

De repente, la luz volvió a encenderse. Era una noche de enero muy fría y revuelta. Además, no paraba de llover y ellos no sabían qué hacer: si irse o quedarse.

-Pasemos del tema y a divertirnos.- Les propuso José.
-Yo opino lo mismo.- Corroboró Popi.
-¡Sí, nos quedaremos y nos divertiremos mucho!- Dijo Diego.
-Sí, será alucinante.- Se animó Nuria.
-Seguro que sí-Indicó Anna.
-Claro que sí. Divirtámonos y no pensemos en nada de lo que ha sucedido.- Propuso a su vez María.

Al día siguiente, mientras limpiaban la casa estuvieron reflexionando sobre todo lo que había tenido lugar la noche anterior. Había sido impresionante.

José llegó a la conclusión de que había sido Paco el Gordo. Desde aquel día no ha vuelto a pasar nada. Ahora se podían divertir sin la preocupación de saber quién era. Había sido una experiencia muy alucinante e inusitada. Incluso muy divertida.

Todos los niños descubrieron que aquel espíritu no era malvado y que tampoco quería espantarlos, ni hacer todo lo que había hecho. Los niños, a partir de aquel día, se divierten y juegan sin límites. El misterio se resolvió gracias a la conclusión de José.


MARÍA PEREA SALA
2º ESO-C

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