Empezó hará unos dos años. Rondaba el mes de julio y con las vacaciones nos reunimos los cuatro amigos de siempre (Rafa, Raúl, Javi y yo) para organizar un viaje. Después de unos días discutiendo el destino, nos decidimos a hacer un viaje a lo mochilero por Europa de aproximadamente un mes.
El día veintiuno de julio partimos en tren con destino a Francia. Después de varios trenes y bastantes horas de viaje llegamos a un pueblecito no muy lejano a París (la capital es tremendamente cara) y pasamos algunos días en un pequeño hostal, donde casualmente conocimos a tres chicos españoles que eran de Almería (Jose, Dani y Quique). Nos hicimos amigos enseguida, ya sabéis que el alcohol provoca que uno se vuelva muy amistoso. Nuestra amistad llegó hasta tal punto que decidimos continuar nuestro viaje todos juntos…
El día veintiuno de julio partimos en tren con destino a Francia. Después de varios trenes y bastantes horas de viaje llegamos a un pueblecito no muy lejano a París (la capital es tremendamente cara) y pasamos algunos días en un pequeño hostal, donde casualmente conocimos a tres chicos españoles que eran de Almería (Jose, Dani y Quique). Nos hicimos amigos enseguida, ya sabéis que el alcohol provoca que uno se vuelva muy amistoso. Nuestra amistad llegó hasta tal punto que decidimos continuar nuestro viaje todos juntos…
Continuamos viajando hasta principios de agosto, cuando llegamos a Budesland Steiermark (Estiria en Austria), donde he visto los mayores y más alucinantes bosques de mi vida. Eran descomunales, espesos y muy verdes. En vista de que el tiempo era bastante bueno decidimos acampar en el bosque en vez de llegar a alguna ciudad o pueblo. Ahora me arrepiento y me arrepentiré toda mi vida de haber escogido esa opción. Bien, pues montamos nuestras tiendas, encendimos una fogata y comenzamos a extraer comida y bebida (por supuesto bebidas. Con veintitrés años uno busca excusas para beber en casi cualquier ocasión).
Terminamos de cenar y la noche ya nos había envuelto en su oscuro manto, con una luna inmensa y brillante como un foco, nosotros continuamos bebiendo y riendo hasta bien tarde; serían las dos de la mañana cuando debido a tanta bebida, me entraron unas ganas terribles de ir al servicio:
-Me estoy meando- dije levantándome. Al instante, uno de nuestros nuevos amigos (Jose) se levantó diciendo:
-Voy contigo. Yo también tengo que echar una meadita.
(Si llego a saber lo que nos esperaba, me habría meado encima…). Nos alejamos unos veinte metros, de las tiendas de campaña, porque no queríamos que después oliese mal por la zona. Nos colocamos uno al lado de otro, a unos tres metros de distancia.
Una vez habíamos acabado, nos dispusimos a volver. Entonces escuchamos un sonido como si fueran ramas entre arbustos. Debido a nuestra curiosidad y a la osadía que únicamente el alcohol puede darte, fuimos en dirección al sonido, y al pasar el arbusto, vimos algo que a consecuencia de ello tengo pesadillas desde entonces.
Estamos de espaldas a nosotros, y lo que al principio pensamos que era un oso debido a su tamaño y su pelaje, pronto se transformó en una imagen de terror… El ser que teníamos delante estaba devorando a un ciervo enorme. De pronto, se detuvo, levantó su cabeza y olisqueó el aire, se giró tan rápidamente hacia nosotros que no fui capaz de reaccionar.
Empezó a acercarse a donde estábamos muy lentamente, tan despacio que parecía que no se movía… Por alguna extraña razón, tal vez el pánico, ni Jose ni yo podíamos articular palabra o mover nuestro cuerpo para escapar, ese ser nos tenía como hipnotizados, sus ojos eran pequeños pero muy intensos, amarillos con una franja rojiza en el centro, con unos dientes afilados y babeantes, tenía unas garras que parecían cuchillas, y andaba perfectamente a dos patas.
La criatura se acercó primero a Jose; se acercó tanto que pensé que iban a fundirse en uno. A continuación, se alejó de él para acercarse a mí. Cuando estuvo a escasos centímetros de mi cara, me miró directamente a los ojos y de su boca no salió nada más que babas y aire caliente de su respiración. Sin embargo, en mi cabeza sentí como si me estuviera hablando, “aún no te toca a ti, aún no”. Y dicho esto, desapareció a tal velocidad que pensé que todo había sido un sueño.
Jose y yo nos miramos muertos de miedo y por arte de magia empezamos a correr como locos hasta llegar al campamento.
Contamos a nuestros amigos lo que habíamos vivido, y tras unos segundos de silencio empezaron a reírse diciendo que estábamos borrachos, que no bebiésemos más, que vaya historia más buena habíamos planeado…
Total, que pensaron que todo había sido invención nuestra; incluso yo mismo dudaba de si todo aquello había sido consecuencia del alcohol. En el fondo de mi alma, deseaba terriblemente que hubiera sido así, pero mi cabeza sabía que había sido real…
Prosiguió la noche de juerga ( Jose y yo habíamos dejado de beber) y a eso de las tres y media, decidí acercarme y hablar con él. Le dije como dudando de mis propias palabras:
-¿Te ha parecido que esa cosa hablaba?
-No exactamente- dijo él.- No ha dicho nada, sin embargo en mi cabeza sentía que podía comunicarme con él.
-¿Y qué te ha dicho a ti?- Pregunté sin querer saber la respuesta.
-Pues me ha dicho: “Esta noche te toca morir a ti”.
A la mañana siguiente y con una resaca espantosa, nos despertamos. Salimos de las tiendas para recoger cuando de repente me di cuenta de que no había rastro de Jose, ni siquiera estaba su tienda, ni su mochila, nada. Parecía como si se lo hubiera tragado la tierra, la tierra o algo más terrible y abominable que ésta.
Desde ese día, ese maldito día, mi vida es una pesadilla… sé que en algún momento me tocará a mí. Y ni yo ni nadie puede hacer nada por evitarlo. No estoy loco, no soy un desquiciado o un psicótico, pero anoche mientras dormía algo me susurró en sueños: “Mañana te toca morir a ti”.
Terminamos de cenar y la noche ya nos había envuelto en su oscuro manto, con una luna inmensa y brillante como un foco, nosotros continuamos bebiendo y riendo hasta bien tarde; serían las dos de la mañana cuando debido a tanta bebida, me entraron unas ganas terribles de ir al servicio:
-Me estoy meando- dije levantándome. Al instante, uno de nuestros nuevos amigos (Jose) se levantó diciendo:
-Voy contigo. Yo también tengo que echar una meadita.
(Si llego a saber lo que nos esperaba, me habría meado encima…). Nos alejamos unos veinte metros, de las tiendas de campaña, porque no queríamos que después oliese mal por la zona. Nos colocamos uno al lado de otro, a unos tres metros de distancia.
Una vez habíamos acabado, nos dispusimos a volver. Entonces escuchamos un sonido como si fueran ramas entre arbustos. Debido a nuestra curiosidad y a la osadía que únicamente el alcohol puede darte, fuimos en dirección al sonido, y al pasar el arbusto, vimos algo que a consecuencia de ello tengo pesadillas desde entonces.
Estamos de espaldas a nosotros, y lo que al principio pensamos que era un oso debido a su tamaño y su pelaje, pronto se transformó en una imagen de terror… El ser que teníamos delante estaba devorando a un ciervo enorme. De pronto, se detuvo, levantó su cabeza y olisqueó el aire, se giró tan rápidamente hacia nosotros que no fui capaz de reaccionar.
Empezó a acercarse a donde estábamos muy lentamente, tan despacio que parecía que no se movía… Por alguna extraña razón, tal vez el pánico, ni Jose ni yo podíamos articular palabra o mover nuestro cuerpo para escapar, ese ser nos tenía como hipnotizados, sus ojos eran pequeños pero muy intensos, amarillos con una franja rojiza en el centro, con unos dientes afilados y babeantes, tenía unas garras que parecían cuchillas, y andaba perfectamente a dos patas.
La criatura se acercó primero a Jose; se acercó tanto que pensé que iban a fundirse en uno. A continuación, se alejó de él para acercarse a mí. Cuando estuvo a escasos centímetros de mi cara, me miró directamente a los ojos y de su boca no salió nada más que babas y aire caliente de su respiración. Sin embargo, en mi cabeza sentí como si me estuviera hablando, “aún no te toca a ti, aún no”. Y dicho esto, desapareció a tal velocidad que pensé que todo había sido un sueño.
Jose y yo nos miramos muertos de miedo y por arte de magia empezamos a correr como locos hasta llegar al campamento.
Contamos a nuestros amigos lo que habíamos vivido, y tras unos segundos de silencio empezaron a reírse diciendo que estábamos borrachos, que no bebiésemos más, que vaya historia más buena habíamos planeado…
Total, que pensaron que todo había sido invención nuestra; incluso yo mismo dudaba de si todo aquello había sido consecuencia del alcohol. En el fondo de mi alma, deseaba terriblemente que hubiera sido así, pero mi cabeza sabía que había sido real…
Prosiguió la noche de juerga ( Jose y yo habíamos dejado de beber) y a eso de las tres y media, decidí acercarme y hablar con él. Le dije como dudando de mis propias palabras:
-¿Te ha parecido que esa cosa hablaba?
-No exactamente- dijo él.- No ha dicho nada, sin embargo en mi cabeza sentía que podía comunicarme con él.
-¿Y qué te ha dicho a ti?- Pregunté sin querer saber la respuesta.
-Pues me ha dicho: “Esta noche te toca morir a ti”.
A la mañana siguiente y con una resaca espantosa, nos despertamos. Salimos de las tiendas para recoger cuando de repente me di cuenta de que no había rastro de Jose, ni siquiera estaba su tienda, ni su mochila, nada. Parecía como si se lo hubiera tragado la tierra, la tierra o algo más terrible y abominable que ésta.
Desde ese día, ese maldito día, mi vida es una pesadilla… sé que en algún momento me tocará a mí. Y ni yo ni nadie puede hacer nada por evitarlo. No estoy loco, no soy un desquiciado o un psicótico, pero anoche mientras dormía algo me susurró en sueños: “Mañana te toca morir a ti”.
CRISTIAN GARRIDO
1ºBACH- A
1ºBACH- A
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